Corre el agua y se pierde en la nada
la soledad lucha en la isla de la
soledad
me embarco en los sueños y la fuerza
del agua me rechaza una vez más,
las olas embravecidas por los celos
obligan al retorno, al reencuentro
una y mil veces hasta perder la
noción
del tiempo, encauzado por las
gaviotas
voy y vuelvo sin saber por qué.
Las noches pobladas de recuerdos
atraen el insomnio de la luna plena,
lo más hermoso del recuerdo
es el recuerdo mismo
sobreviviendo en la angustia
ansiando fuego y calor,
desesperación en un instante
de heridas incalmables
sanadas por la sal de la evocación.
Intento todo hasta crear nuevo fuego
se acaba el tiempo de las dudas
la esperanza reina en el hastío
que linda con la oscuridad del
destino,
creando seres imaginarios que
acompañan
mi delirio evitando así la locura
que destroza el paso del tiempo,
años de martirio y de naufragio.
Solo en la inmensidad de la tormenta
refulgentes rayos traen los
recuerdos,
una y otra vez hasta romper el
espacio
y cruzar el océano con la convicción
de morir en él y no en la soledad,
me lanzo al mar en la balsa
redentora
remando con mis entrañables
compañeras;
la fe y la esperanza, en búsqueda
del amor.
Las tormentas de altamar
premonitoriamente traen la calma
para evocar una vez más las
historias
de amores idos, de amores perdidos,
de amores tormentosos, que traen
muerte
en la inclemencia del tiempo, que
sólo
encuentro la esperanza de volver a
verla,
de tenerla a pesar del naufragio de
las almas.
Aferrado a los maderos de la
embarcación
presiento la última oportunidad
y de pronto, de la nada, surge un
barco
que recoge mis despojos para tornar
al nido,
después de luengos años de ausencia
es un reto que me pone cara a cara
con la vida, con el aciago destino
que en la sombra sorpresas me
depara.
Ella dio el naufragio por la muerte
misma
y buscó rehacer su vida en otros
brazos,
que hermoso verla de nuevo y
encontrar
en las circunstancias de esa vida
nueva
que ella me sigue amando más que
antes,
y yo la amo más que a la propia vida
pero el destino que salvó mi
existencia,
con mi amor es cruel y despiadado.
No puedo tomar lo que siempre ha
sido mío
debo abandonar por toda una
eternidad
lo que fue mi vida y dio savia a mi
naufragio
esencia de la vida ajena, ella no me
pertenece
a pesar que su corazón sigue siendo
mío
la balsa de las ilusiones que me
trajo al mundo
me salvó del naufragio pero no pudo
retener mi vida,
mi vida es ella y solamente por ella
vivo.
Sentirla mía pero saberla ajena
es el peor tormento, de la vida que
no ansío vivir,
el deber la llama, mujer, a ellos
debes el presente
soy de nuevo un náufrago que
deambula
por la vida sin la vida misma
pues sin ella no soy, y naufragando
estoy de nuevo,
tornaré a la isla de la soledad y al
mar bravío
de la desesperanza sin ella, el amor
de mi vida…
Fabio Alberto Cortes Guavita
POETA MAESSE
Colombia
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