EN
BUSCA DEL MISTERIO DE LA VIDA
Cuando
salieron por primera vez ella se entregó en sus brazos: - ¡Oh! la emoción de su
cuerpo divino reposándose en mí, vestida de rojo como un arbusto de coral
–rumiaba él- la tome en mis brazos y la recosté, cayendo de rodillas y besando
con bestial locura en sus labios, en su garganta, en sus senos palpitantes y
erectos. Ella se otorgó plena y amorosa, pero él pensando en ella no quiso -lo
que a su entender sería profanarla- pues pareciera que estaba en busca de algo.
-¿Qué
había pasado en ella? que de una manera tan frágil cedía a sus embelesos, y las
manos de él acariciaban la tersura de sus senos firmes, y su boca se extasiaba
en ellos una y otra vez y las manos recorrían el camino de la vida en
busca de su piel, de sus muslos firmes, y presuroso subía en busca del
misterio, de la tortura, de la vida...
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